Desperté muy
entusiasmado y algo sudoroso, era un 12 de diciembre de 2006 y estaba en un
pequeño hospedaje en Nauta a pocos minutos de que llegue mi guía para iniciar
mi incursión en la selva. Desde niño habían soñado con este momento, tener mi
canoa y navegar por la selva acompañado con un guía nativo. Todo estaba por
hacerse realidad, así que las ansias no se podían ocultar mas, se pintaban en
mi piel.
Mario, mi guía, llegó
cerca a las 8am, nos presentamos y partimos hacia el mercado local. Teníamos
que comprar toda la comida e insumos para nuestra expedición de 5 días por la
selva. Primero, nos sentamos a tomar un buen desayuno, que mientras lo disfrutábamos,
conversábamos sobre algunos detalles del viaje. Luego, empezaríamos con las
compras.
Llevamos frutas
variadas, arroz, algunas menestras, aceite, condimentos varios, un balón de gas
y agua. Carne y pescado no llevamos, ya que la compraríamos a los pobladores
que encontráramos en el camino. Adicionalmente, llevaríamos unas hornillas para
cocinar, un colchón y un pequeño termo. Con todo esto, ya estábamos listos para
la partida, eran casi las 9am y nuestra pequeña embarcación estaba cargada con
todas las compras. Viajaríamos Mario, su esposa, sus 2 pequeños hijos y yo.
Ellos también llevaban algunas cosas para vender en su pueblo y así poder ganar
algunas monedas extras.
Mario encendió el
motor y partimos. Empezamos a navegar por el Rio Marañón (ya que la unión con
el Ucayali donde se forma el Amazonas se encontraba algunos kilómetros rio
abajo) cerca a la orilla para evitar las fuertes corrientes y también el cruce
con embarcaciones más grandes. En el trayecto, veíamos fincas con rusticas
casas y ganado en sus jardines, también nos íbamos cruzando con pobladores de
la zona en sus canoas, la mayoría no tenía motor, así que los que bajaban prácticamente
se dejaban llevar por la corriente, mientras los que subían, como nosotros,
remaban duro y parejo.