martes, 1 de enero de 2013

25. Pacaya Samiria, Expedición a la Selva de los Espejos


Desperté muy entusiasmado y algo sudoroso, era un 12 de diciembre de 2006 y estaba en un pequeño hospedaje en Nauta a pocos minutos de que llegue mi guía para iniciar mi incursión en la selva. Desde niño habían soñado con este momento, tener mi canoa y navegar por la selva acompañado con un guía nativo. Todo estaba por hacerse realidad, así que las ansias no se podían ocultar mas, se pintaban en mi piel.
Mario, mi guía, llegó cerca a las 8am, nos presentamos y partimos hacia el mercado local. Teníamos que comprar toda la comida e insumos para nuestra expedición de 5 días por la selva. Primero, nos sentamos a tomar un buen desayuno, que mientras lo disfrutábamos, conversábamos sobre algunos detalles del viaje. Luego, empezaríamos con las compras.
Llevamos frutas variadas, arroz, algunas menestras, aceite, condimentos varios, un balón de gas y agua. Carne y pescado no llevamos, ya que la compraríamos a los pobladores que encontráramos en el camino. Adicionalmente, llevaríamos unas hornillas para cocinar, un colchón y un pequeño termo. Con todo esto, ya estábamos listos para la partida, eran casi las 9am y nuestra pequeña embarcación estaba cargada con todas las compras. Viajaríamos Mario, su esposa, sus 2 pequeños hijos y yo. Ellos también llevaban algunas cosas para vender en su pueblo y así poder ganar algunas monedas extras.
Mario encendió el motor y partimos. Empezamos a navegar por el Rio Marañón (ya que la unión con el Ucayali donde se forma el Amazonas se encontraba algunos kilómetros rio abajo) cerca a la orilla para evitar las fuertes corrientes y también el cruce con embarcaciones más grandes. En el trayecto, veíamos fincas con rusticas casas y ganado en sus jardines, también nos íbamos cruzando con pobladores de la zona en sus canoas, la mayoría no tenía motor, así que los que bajaban prácticamente se dejaban llevar por la corriente, mientras los que subían, como nosotros, remaban duro y parejo.
El trayecto hasta el punto de ingreso a la reserva duro 3 horas, los cuales se pasaron en la navegación del Rio Marañón hasta el ingreso al rio Yanayacu-Pucate. Una vez aquí, uno empieza a ver algunos cambios, como la variación del color del agua: de un color marrón a un color negro-rojizo y la reducción de la dimensión. Se sentía más paz y tranquilidad, y también las aves y animales se empezaban a hacer notar. Todo esto indicaba que estabas muy cerca de ingresar a la Reserva Pacaya Samiria también conocida como la Selva de los Espejos.
Avanzamos por algunos minutos más y un Tucán posado sobre un tronco en el rio nos daba la Bienvenida, para luego llegar hasta el punto de control y acceso a la reserva donde tuvimos que detenernos para hacer el pago del ticket de ingreso respectivo. Desde este lugar ya podías notar el espejo que se formaba por el color del agua, la vista era excelente, un cielo celeste con algunas nubes muy blancas, el verdor de la naturaleza y un rio que empezaba a duplicar todo este juego de colores.
En el punto de control tuve la buena suerte de conocer uno de los proyectos de la comunidad que buscaba el desarrollo de las tortugas de rio o Taricayas y también las Matamata, una especie de tortuga que tiene forma de Piedra. Así que pude tener entre mis manos algunas cuantas de las cientos de tortuguitas que estaban en cautiverio y que dentro de poco las soltarían a su hábitat natural, el rio.
Una vez registrado, continuamos algunos minutos mas, divisando una espigada Garza Blanca parada en la orilla del rio, y luego otras dos en las copas de unos pequeños arboles, era como una nueva bienvenida, pero esta vez a la Comunidad 20 de Enero, donde vivía Mario y su familia y donde pasaríamos nuestra primera noche.
Eran ya la 1.30pm y debíamos almorzar. Así que mientras la esposa de Mario nos ayudaba en casa con la cocina, aproveche para descansar un poco en las orillas del rio. La casa o choza, era una clásica casa con techo a dos aguas de ramas de palmeras y hecha a base de madera, levantada para evitar que se inunde en época de fuertes lluvias (cuando el rio crece). Esta estaba ubicada (al igual que todas las casas del lugar) alrededor de un gran jardín, que fungía de Plaza principal y campo deportivo, donde se realizaban sus fiestas, celebraciones; y practicaban fútbol y vóley principalmente.
Luego del almuerzo, salimos a recorrer las casas de la zona, donde en general me recibían cálidamente, pero según el guía, este recibimiento era en parte por que esperaban que les deje algunas monedas, regalos o les compre algo. Todos los niños me seguían como si fuera una estrella de rock y es que no siempre tenían visitantes allí. Mario me invitaba a pasar a algunas de las casas donde tenían de mascota a animales de la selva como por ejemplo un mono leoncito (probablemente la especie de mono más pequeña del mundo) y un oso perezoso. Claro, la idea era que pueda verlos de cerca, lo cual me fascino, pero al mismo tiempo, sentía un poco de impotencia de no poder liberarlos, ya que los tenían muchas veces amarrados para que no se escapen.
Después de esto fuimos hacia una de las Cochas de la zona, que para poder ingresar (dado que la naturaleza había tomado posesión de todas las entradas) prácticamente navegamos sobre plantas y jardines. Mientras avanzábamos me dedicaba a ver cada hoja buscando insectos, observando arañas, saltamontes, diferentes tipos de libélulas e insectos voladores, que siendo sincero no recuerdo los nombres. Al llegar a la cocha, la tranquilidad y la música de las aves, junto al espejo de agua hicieron del momento un placer constante. Estaba maravillado con todo lo que estaba viviendo en mi primer día.
Al día siguiente, nos despertamos cerca a las 6am, ya que teníamos planeado salir cerca a las 7.30am. El día se presentaba algo nublado pero el calor siempre se sentía. Tomamos el desayuno, me presentó a nuestro motorista (encargado de manejar la canoa), y detallamos lo que se haría en el día. Uno de los puntos fue el cambio de embarcación a una canoa más pequeña, ya que al momento de venir de Nauta, navegamos en una embarcación más grande solo para cruzar más fácilmente el rio con la carga que llevábamos.
Al subir a la canoa, los primeros pasajeros en saludarme fueron algunas hormigas de grandes dimensiones para lo que uno está acostumbrado a la ciudad. Sus mandíbulas se notaban fácilmente y tal vez sin ser una Isula, una mordida llevaría una buena cuota de dolor. Así que las sacamos e iniciamos la navegación, que después de avanzar unos metros un ave con pecho amarillo llamado localmente Victor Diaz nos decía buenos días. Este pájaro lleva ese nombre nativo por su canto, ya que aparentemente dice eso con su silbido, parece algo extraño pero si lo escuchas bien, realmente lo dice.
El camino continuaba sobre el Rio Yanayacu y el espejo en el horizonte te dejaba sin palabras, era realmente hermoso. Uno tenía que estar atento para poder divisar animales ya que algunos rápidamente se ocultaban. Cerca al medio día, hicimos una parada en plena selva para poder cocinar algo y almorzar. El lugar estaba lleno de arboles amazónicos, esos que tiene grandes bases de raíces. Algunos salían del rio, otros pasaban sus ramas debajo del rio y volvían a salir, era un paisaje muy diferente y raro. Lógico también había muchos insectos, mas allá de los mosquitos, había mariposas, libélulas y hormigas por todas partes.
Allí, mientras nuestro motorista cocinaba, decidimos realizar una pequeña caminata por la zona para poder conocer lo que es andar por la selva. Avanzamos por varios minutos y para el retorno Mario me pidió que yo lo guiara, la realidad es que no encontré el camino y es que fácilmente me desoriente porque la maleza no te permitía ver el horizonte, y es que todo se veía igual, mirabas al cielo y la copa de los arboles también te tapaba el sol, por lo que no podías orientarte con este tampoco. Felizmente, Mario estaba allí para llevarme por el camino correcto, y así regresar sin problemas donde estaba nuestra canoa.
Luego de comer algo, Mario y el motorista sacaron el machete y empezaron a cortar las ramas de un árbol para poder hacer un toldo en la canoa, era para protegernos del sol y lluvia en la navegación. Estas ramas eran muy flexibles y resistentes, tanto así que las doblaban en U para poder clavarlas en los lados de la canoa, para luego poner un toldo impermeable sobre ellas.
Terminado el trabajo, zarpamos nuevamente, buscando acercarnos hacia El Dorado, la laguna más importante del lugar, donde se dice que están los amaneceres y atardeceremos mas increíbles de la selva. En el camino se empezó a despejar el cielo, sacando a relucir el espejo de agua, todo se ponía mejor, el clima, la vista y los animales que se veían como Guacamayos, Monos, y distintos tipos de aves. Había llevado unos binoculares que me sirvieron de ayuda, pero si hubieran tenido unos con más potencia hubiera sido mejor, seria para la próxima.
Al final de la tarde nos detuvimos en un Pueblo llamado Yarina, donde dormiríamos. Aquí pudimos comprar un poco de carne de Majaz y también pollo silvestre, las casas seguían el mismo formato que la Comunidad 20 de Enero. Recuerdo que donde nos quedamos había un panal de abejas en una de las paredes, le pregunte al guía sobre ello, y me dijo que no me preocupara, que mientras no las moleste todo estaría bien.
Esa tarde decidí bañarme en el rio, si bien le temía a los caimanes, Mario me comentó que por estas aguas no llegaban, sino más adentro donde el rio era más pequeño, así que tratando de no pensar en ello me metí. El agua era cálida, poco refrescante, algo densa y estaba llena de peces que te besaban la piel. Uno los sentía todo el tiempo, pero no los veías por que el agua era muy oscura. Finalmente, no sé si termine limpio, ya que al salir sentí mi piel algo pegajosa, según el guía eran los nutrientes del rio. Valió la pena, pero igual nunca se me fue de la cabeza que algún caimán o serpiente podía aparecer.
De vuelta al pueblo, fuimos al único bar-tienda, donde la gente se reunía para ver películas en el único televisor del pueblo, era como un cine, pagabas y podías ingresar. Aquí, compre 2 botellas de agua ardiente para compartir con los pobladores. La noche fue divertida, nos pasamos conversando y riendo un poco, eso sí, cada trago te pegaba (estaba fuerte), así que sabía que el sueño llegaría bastante rápido.
El tercer día, saltamos temprano, esa noche dormí a la intemperie en una hamaca, mi guía en el piso y el motorista en la canoa, porque sino se la robaban me dijo. Los rayos de sol, se mostraban como diciendo que será un gran día, y así lo fue, el cielo estuvo prácticamente despejado y muchas aves se dejaban ver como: guacamayos, el Martín pescador, el shansho, águilas, tucanes, garzas, entre otras. También paramos en algunos lugares, solo para escuchar el canto de las aves, lo cual fue una maravilla, y en algunos otros donde había delfines rosados, en estos el guía buscaba comunicarse con ellos por el agua, así que ellos salían del rio mostrando sus aletas. Los monos en las copas de los arboles no faltaron y también comenzaron a aparecer los caimanes, que se mostraban al ras de la superficie del rio, donde se veía solo la cabeza y una cola moviéndose. El problema era que si te acercabas mucho, se sumergían y desaparecían, así que la acción y fotos eran de lejos.
Al final de la tarde paramos en un lugar, llamado Puerto German, donde pasaríamos la noche, allí también hicimos una caminata, donde conocí los panales de termitas en los arboles y donde vi lo que para mí fue lo más importante del viaje, el insecto palo. Con esto, terminaba en éxtasis,  es que este insecto fue lo que siempre quise ver en la selva y lo tenía a milímetros, no podía ser mejor el día. También vimos piel de serpiente (ya que cambian de piel de acuerdo a la estación) lo que indicaba que alguna estaría cerca, algunas arañas con telas gigantescas, ciempiés, ranas, hongos y muchos insectos. Una de las cosas que más recuerdo es que Mario me enseño a tomar agua de los arboles, completando así mi gran aventura.
Pero el día no terminaba aun, esa noche antes de dormir, salimos en busca de caimanes. Navegamos muy despacio con una linterna con pilas bajas, para poder divisar los ojos de los caimanes que se enrojecían al apuntarlos con la luz. Así que después de unos minutos en completo silencio, Mario metió con rapidez sus manos al rio y agarro un pequeño caimán, sacándolo del agua. A pesar de ser pequeño fue realmente asombroso el momento, quede en shock sin palabras. Tomamos algunas fotos, luego me lo dio para tocar la piel y sentir su fuerza, para finalmente devolverlo al agua. Un momento inolvidable.
Regresamos al refugio, donde dormimos en el piso de madera, recuerdo que mi mosquitero tenia pegados muchos insectos por la luz de mi linterna y al mismo tiempo por el piso pasaban algunas pequeñas hormigas. No tenía opción, estaba cansado y quería dormir, así que no me moví ni reclame nada, solo cerré les ojos y espere a que amanezca.
El Cuarto día nos despertó el canto de un tucán. Pase una buena noche, sin picaduras. Y es que realmente hasta ese momento no tenia mayores picaduras de mosquitos, primero porque siempre estaba en movimiento y siempre tenía cubierto todo el cuerpo, segundo por el repelente natural y liquido que use durante el viaje, así que la probabilidad de picadura era muy baja. El lugar donde dormimos, era un punto de control deshabitado, que lo usaban los pobladores para dormir en sus travesías. Allí cocinamos algo, desayunamos y partimos nuevamente, esta vez para retornar.
Si bien no llegamos al Dorado (nos falto 1 día) estuvimos muy cerca. No me sentía frustrado porque sabía que regresaría en el futuro, además todo lo vivido hasta ese momento era increíble y aun había más. Este cuarto día lo denominé el día de los paisajes, ya que el sol, el cielo y las nubes se pusieron de acuerdo para regalarme las mejores vistas. Todo el día fue así, y al llegar el atardecer se puso mucho mejor, y es que los colores de la naturaleza en la selva de los espejos se duplican como mencioné al inicio, eso era lo especial de la reserva.
En el camino de regreso hasta la Comunidad 20 de Enero, no nos detuvimos para nada, almorzamos en la canoa, y llegamos casi al anochecer hasta el destino fijado.
Finalmente, en el quinto día, visitamos un nuevo lugar donde también tenían en cautiverio a cientos de taricayas que estaban muy cerca de ingresar el rio y vivir por sus propios medios, y un poco más tarde fuimos a una cocha a pescar algunas pirañas y peces de la zona, lo cual fue divertido y muy apacible al mismo tiempo.
Cerca al medio día y para terminar mi aventura con broche de oro, Mario me enseño la técnica para subir palmeras, la cual aprendí y demostré subiendo algunos metros. Lo malo fue que al estar sin mucho movimiento mientras subía la palmera, los mosquitos me devoraron en pocos minutos. No había mas que pensar que las picaduras serian un souvenir de la selva.
Ya por la tarde, luego de comer una rica Gamitana, salimos de regreso a Nauta nuevamente con toda la familia. Ese regreso fue bastante riesgoso, ya que íbamos muy cargados en una canoa pequeña, con una tormenta encima. La canoa se tambaleaba al cruzar el largo rio marañón, recuerdo que mis manos se agarraban del borde de la embarcación, estas iban mojadas por el rio. Íbamos totalmente cubiertos por una manta impermeable gigante que cubría el bote, no podía ver nada solo escuchar la lluvia, los truenos y sentir el tambaleo. Llegue a pensar que nos volterianos, lo cual felizmente no sucedió, llegando sanos y salvos a Nauta.
Ya en tierra firme, luego de agradecer infinitamente a Mario por la experiencia, me despedí y tome un colectivo de regreso a Iquitos, donde me quedaría un par noches más, para descansar en un buen hotel, junto a una piscina y a una jarra de jugo de Camu Camu bien helada. Así terminarían 18 días de viaje por la selva Peruana, que sabía seguiría recorriendo en futuros viajes!. 

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