Llegué al Puerto de
Iquitos un domingo 10 de diciembre cerca a la 1pm, había navegado los últimos 4
días en la Ruta Pucallpa – Iquitos (en los Ríos Ucayali y Amazonas). No me
había bañado durante todo ese tiempo, así que cogí mi mochila y tras algunos
empujones desembarqué del Henry 5. Llegué a la Avenida y tomé una mototaxi
hasta un hotelito que me habían recomendado ubicado a una Cuadra de la Plaza de
Armas. En el camino pude verificar que se mantenía parte del formato de
Pucallpa con los centenares de motos y mototaxis andando por todas las pistas
existentes.
Ingresé al hotel y
recuerdo que terminado mi check in, el recepcionista me dijo: ”por favor, las
chicas que traigas tienen que tener DNI”, yo le dije, obvio que si traigo a
alguien sería mayor de edad y él me respondió que me lo decía porque en Iquitos
había mucho turismo sexual y que muchos hoteles estaban luchando en contra del
turismo sexual infantil y de menores de edad. La verdad no me sorprendió mucho,
ya que en la navegación habían chicas menores que te las llevabas si les ofrecías
donde vivir y comer, siendo triste esta realidad pero era el día a día de la
zona.
Ya instalado en el
hotel y tras un rápido baño, salí a descubrir la gran ciudad. Primer punto, la
Plaza de Armas con su pequeño Obelisco, donde está la Catedral y la conocida
Casa de Fierro que fue diseñada por el arquitecto francés Gustavo Eiffel (El
mismo de la torre Eiffel), aquí tomé algunas fotos y sin dar muchas vueltas, me
tomé un clásico colectivo, con chasis de Madera y sin vidrios en las ventanas para
llegar hasta el Complejo turístico Quistococha. Llegando allí después de varios
minutos y dosis de calor incalculables. Antes de entrar, decidí almorzar en uno
de los restaurantes que están al ingreso. Revisé la carta y mientras leía, sabía
que había que cambiar algunos patrones de alimentación, así que me lancé a la
aventura culinaria pidiendo de entrada un Palito de Suri a la Parrilla más un
plátano a la parrilla también (este último fue un manjar), y de segundo pedí
Lagarto, la verdad todo estuvo muy rico y diferente, pero la digestión de todo
eso me tomó más de 1 día, imagino será por que mi organismo no estaba
acostumbrado a estas delicias.
A Quistococha ingresé
cerca a las 4pm, por lo que tuve solo 1 hora y un poco más para visitarlo antes
del cierre. Lo primero que me fascinó fueron los escritos que habían en el
camino, estos explicaban algunas leyendas y mitos de la Selva. Recuerdo la del
Tunchi, que según decía “es un Alma que vaga en pena en lo profundo de las
noches más oscuras”, y continuaba el escrito, diciendo que se manifestaba con
un tenue sonido que va incrementando los decibeles poco a poco hasta llegar a
ser un silbido muy agudo que te llena de escalofríos, para finalmente desaparecer
en la Jungla. Tal vez no era creíble este mito, pero muchos en la selva te
confirman que existe. Esa tarde leí varios como la Sachamama, El Yacuruna, El
Chullachaqui, La Sirena Amazónica, entre muchas otras leyendas, todas muy
interesantes y lo mejor es que te mostraban una arista más de la cultura selvática.
Dentro del complejo,
a parte de la Hermosa Laguna Quistococha con su Playa artificial donde la gente
se divierte, hay un museo, un acuario, un serpentario y un zoológico. Si bien
estoy en contra de mantener a los animales enjaulados y fuera de su hábitat
natural, se que a veces es la única forma de conocerlos, así que recorrí todo
el lugar que contaba con una variedad interesante de fauna amazónica, como las
Tortugas de río, Monos choro, Paiches,
la Nutria de río, Monos guapo, Cigüeña Gaban, Águila Pescadora, Coaties,
Caimanes, Pumas, Ronsocos, Tigrillos, Sajinos (chancho de la selva), innumerables
tipos de aves y Serpientes, entre otros. Lo más interesante fue que había un
comerciante con una boa viva, que por algunas monedas te dejaba ponértela en el
cuello para que inmortalices el momento con una foto. Sin dudar la tomé, de
hecho con algunos temores y nervios saltados en adrenalina, pero que completaban
la experiencia en la selva.
Finalmente y después de
haber recorrido todo el Recreo, caminé por los alrededores la de bella laguna,
donde habían algunos puntos de descanso con techos de hojas secas y sillas, ahí
me tomé unos minutos para disfrutar del silencio, pasividad y contrastes del
lugar. Las vistas fueron increíbles entre la naturaleza, el cielo y el espejo
que se formaba en sus aguas. Ya de salida, algunas personas continuaban jugando
vóley en la Playa, nadando en la Laguna y algunas otras tomándose algunas
cervezas para no perder la costumbre etílica.
Ya eran cerca de las
5.45pm y comencé el retorno, pero antes hice algunas compras de souvenirs clásicos
en un centro artesanal, llegando ya de noche a la Ciudad, donde al bajar del
colectivo quedé asombrado por el contraste de la iluminación con la
arquitectura de la Catedral, que para mi felicidad estaba abierta, así que aproveché
en ingresar para agradecerle a Dios por el gran viaje que hasta el momento
llevaba y de paso alzar algunas oraciones para que me ayude a llegar al
siguiente objetivo: La Reserva Pacaya Samiria. Esa noche, había quedado en
reunirme con mis amigos Roger y Gerson, a quienes conocí en la embarcación Henry
5, por lo que nos juntamos en un restaurante a comer un clásico pollo a la
brasa, pero para marcar la diferencia con la Capital (Lima) lo combinamos con
unos ricos jugos de Aguaje y de Camu Camu, esta ultima me encantó. Transcurría
la noche, y si bien esa cena fue muy divertida, mi garganta me pedía una
cerveza, y como mis amigos eran Cristianos Evangélicos, no tomaban. Situación
que hizo que después de una fraternal despedida en la puerta de mi hotel, saliera
minutos más tarde como un galgo en busca de un bar o discoteca. Así que esa
noche cumplí con excesos mi deseo alcohólico entre bailes y nuevas amigas
pasajeras.
Al día siguiente, me levanté
muy temprano, era lunes. Tomé desayuno y salí a recorrer el Malecón Tarapacá a
orillas del Rio Itaya (que antes era el Amazonas, pero como todo río caminante
y las temporadas de lluvia y sequia, cambió de curso). Aquí hay algunos centros
de artesanía, y también unas construcciones antiguas que muestran el apogeo de Iquitos
y el lujo de la Época del Caucho, Ejemplo de ello es el Ex Hotel Palace, uno de
los más lujosos a principios del siglo 20. También tienes una vista del
distrito de Belén donde los pobladores han construido sus casas sobre palos de
madera o balsas, por lo que en época de crecida viven en el segundo piso y
navegan por sus calles, por eso es conocido como la Venecia Peruana. En este
distrito también hay un mercado muy visitado, donde uno encuentra de todo y al
cual iría antes de retornar a Lima para comprar la rica cecina, majaz y los
macerados típicos de la selva, entre otras curiosidades.
Esa mañana solo pude
recorrer la ciudad hasta las 10.30am, ya que luego tenía que reunirme con el
Director o representante de la Reserva Pacaya Samiria para que me contacte con
los comuneros de la zona, y puedan recibirme y hacerme un tour por todo el
lugar. Contactarlo fue bastante difícil, ya que nosotros nos comunicamos por
radio a un punto de control, y luego esta persona, mandaba a llamar al comunero
con alguna balsa que esté pasando por ahí, luego el comunero venía y esperaba a
que nos contactemos, así que el tiempo de respuesta no era preciso, podía demorar
2,4,6 horas o más. Finalmente, y luego de 3 o 4 horas de espera, logramos
comunicarnos con el comunero Mario. A él le expliqué lo que quería y negociamos
el precio por lo servicios. En realidad era mi única opción así que sin dar
muchas vueltas cerramos el trato por un tour de 6 días en la Reserva, quedando eufórico,
ya que cumpliría uno de esos sueños de niño, en el que uno se imagina navegando
en la jungla con cocodrilos y animales por doquier. Quedaban pocas horas para
el inicio de esa aventura, pero antes debía hacer algunas compras, y es que el
guía me dictó una lista de cosas indispensables para llevar, dentro de lo mas
resaltante estaban un poncho para la lluvia y botas de caucho, así que con mi
lista en mano fui a buscar todo el pedido, para luego recoger mi mochila del
hotel y partir hacia la ciudad de Nauta, a 1hr y media aprox. de Iquitos (poco más
de 100km), donde tenía que pasar la noche, ya que desde allí empezaba el tour.
Finalmente ya
oscureciendo, me dirigí al paradero de colectivos hacia Nauta, donde gracias al
destino cogí el último, llegando a esta pequeña ciudad cerca a las 8.30pm. Allí
me recomendaron un hotel en la misma plaza central (creo que no habían mas),
que era más bien una casa hospedaje donde la Amazonía me seguía saludando con
una lagartija camuflada en la pared del cuarto y un saltamontes en la mesa de
noche. Solo quedaba dormir con ellos y tratar de recuperar fuerzas para empezar
al 100% mi aventura en la Selva de los Espejos al día siguiente.
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